Mesa redonda: Ciencia-ficción: límites de la ciencia

CIENCIA DE LAS FICCIONES: ECOS DEL LIBRO DE SABINO CABEZA FRONTERA OSCURA
M. Luisa de la Oliva
Diciembre 2020

Desde que el niño se empieza a hacer preguntas por la muerte y el origen de la vida, se convierte en un pequeño científico. Se encuentra ante asuntos que requieren una investigación, una búsqueda de respuesta. Esas preguntas se las hace desde la más inocente ignorancia.
En un primer momento, dirige sus preguntas al Otro, y en las respuestas que recibe reconoce una insuficiencia, un límite. Nada que venga del Otro satisface del todo su curiosidad científica. Son los límites del Otro a su indagación.
Es en relación con su cuerpo que el niño empieza a darse alguna respuesta, desde sus experiencias corporales, pulsionales. Así que, tanto su curiosidad como las respuestas a la misma parten de su cuerpo, y del cuerpo del Otro cuando se encuentre con la diferencia sexual.
A partir de ahí, construye lo que Freud llamó las teorías sexuales infantiles, su “ciencia-ficción” podríamos decir, y que perdurarán en su memoria inconsciente a pesar de que la realidad le devuelva otra cosa. Estas teorías están ligadas a sus experiencias pulsionales.
En este primer tiempo, si bien el niño se ha encontrado con la tachadura del Otro en la medida que sus respuestas no están nunca a la altura del saber que busca, no ha llegado aún a lo que podríamos llamar el “agujero negro” de la sexualidad, que es un agujero de origen, a causa de lo cual Lacan formulará en los años 70 que no hay relación sexual en el hablante.
El segundo momento en la búsqueda “científica” es cuando por primera vez accede al encuentro sexual, y por lo tanto con la demostración de que al nivel de la sexualidad hay un “agujero negro” en cuanto a que hay algo ahí que no se puede inscribir. Esto es algo del orden de un Real. No hay nada en el orden del logos que diga cómo hacer con el otro sexo; entre los sexos hay una relación que no se puede escribir. Aquel primer encuentro con la tachadura del Otro al nivel de un supuesto saber acerca de lo sexual, se redobla con este segundo momento, momento de la “verificación científica “.
La sexualidad humana no es natural como sí lo es en el mundo animal. Entendiendo por natural algo que se rige por una programación instintiva, sin equivocación posible, y cuya finalidad es la reproducción de la especie. Los humanos no somos como las aves que a veces recorren miles de kilómetros para encontrarse cada año con su pareja, siempre la misma, a la que reconocen entre miles de aves de su misma especie.
En el serhablante no hay tal programación. A falta de ella, la Iglesia siempre ha tratado de regular lo tocante a la sexualidad al atribuirle un sentido, una finalidad última.
Es decir, que no hay una buena relación del humano con la sexualidad. Siempre va a haber algo desajustado que hace que el sujeto cojee. Pero a falta de esa relación que no hay, a falta de ese saber, hay invenciones propias que sirven para relacionarnos con el otro sexo, sea este el que sea. Se trata del fantasma, que funciona por una parte como sostén del deseo, de la tachadura del sujeto, y por otra como embrague para acceder a una relación sexual posible. Lacan decía que tampoco se puede hablar de un gran abanico de tales fantasmas, pues no son muchos. Son variaciones sobre lo mismo, las variaciones Goldberg de la sexualidad.
Lo importante es que, tanto en el tiempo primero como en el segundo, hay un límite. Hay una frontera oscura. Esos límites con los que se topa ese científico que es el pequeño humano, son universales. De un lado tenemos el límite del fantasma, – “cota de fijación” como lo llama Lacan en el Seminario Del deseo y su interpretación-, ya que las teorías sexuales infantiles no pueden ir más allá de los límites corporales cuya frontera son los agujeros del cuerpo en torno a los cuales gira la pulsión, y, por otro lado, está el límite de la no proporción sexual. Hay una falla en el saber, respecto de la sexualidad y también de la muerte. Nadie ha podido acceder a ese horizonte de sucesos para decirnos qué es. El filósofo de origen coreano Byung-Chul Han se refiere e a eso en su libro Caras de la muerte cuando dice que “hay agujeros del saber”, siendo la muerte uno de ellos. La muerte hace que la conciencia se tambalee respecto de la imagen que la conciencia tiene de sí misma.
A falta de eso que nos daría un acceso a la relación sexual que no hay, está el síntoma como aquello que responde a esa falla. Es un primer apaño, arreglo.
Sin embargo en la ciencia y la tecnología, a veces se pueden ver encajes que hacen que las cosas funcionen a la perfección. Es una maravilla ver cómo pueden encajar las diferentes partes de un puente, cómo se puede hacer un edificio de 828 metros, cómo se comunican las dos bocas de un túnel, o la Teoría de la Relatividad de Einstein que vino a resolver lo que no encajaba en la física. Aunque también hay cosas que no encajan, por ejemplo cuando Gödel vino a desbaratar la pretensión de Hilbert y otros matemáticos de dar consistencia lógica a todas las matemáticas.
Sabemos por Lacan, que aquello que es imposible para el serhablante es a causa del lenguaje. La introducción del significante en el cuerpo hace de éste un cuerpo gozante. El cuerpo es entonces un cuerpo hablante, luego ya es algo diferente a un organismo. Es un cuerpo que goza y que se goza. No hay más agente de la castración que el propio lenguaje. Si bien el lenguaje produce mermas al nivel del goce, a la vez y a causa de ello, permite el acceso a otros goces, como por ejemplo el goce de la escritura, que es un goce en relación con el lenguaje. Como si fuera una suerte de recuperación de lo perdido. Gracias al goce de la palabra escrita, el horizonte de ese científico que es el hombre, se amplía casi infinitamente, pues las posibilidades de combinatoria del lenguaje son incalculables, y gracias a ello y por procuración, los lectores podemos gozar de aquello con lo que goza el escritor en cuanto a la escritura.
Es eso lo que comenta Lacan en una entrevista del 4 febrero 1977 acerca de la ciencia-ficción con los gemelos Igor y Grichka Bogdanoff, uno matemático y el otro físico. Plantea que la ciencia-ficción es el goce de la palabra sin el saber, y siempre ligado al inconsciente particular. La ciencia-ficción parte del discurso de la ciencia, pero la ciencia no tiene en cuenta al sujeto, lo forcluye. La ciencia-ficción sí lo toma en cuenta, es de ahí de donde parte. “La ciencia-ficción articula cosas que van mucho más lejos de lo que la ciencia soporta como saber enunciado. La ciencia-ficción es el misterio del serhablante”.
La ciencia-ficción, ¿por qué añadir ficción? ¿No tiene acaso toda ciencia algo de ficción, aunque solo sea en sus bosquejos? ¿Aunque más no sea cuando a un científico se le ocurre investigar algo? ¿Es acaso posible, al menos en la dimensión del humano que es el científico, dejar a un lado sus ficciones para hacer ciencia?
El sujeto hablante vive de ficciones, pues no hay una realidad per se. Cada uno tiene su propia representación de lo que considera realidad. De la misma manera que tampoco hay una verdad absoluta, sino medias verdades, verdades a medias, verdad no-toda.
La ciencia-ficción como género avanza sin miedo por terrenos inexplorados, inventa y crea mundos gracias a los cuales podemos tener la ilusión de traspasar el régimen de la supuesta realidad, y soñar y gozar con lo ilimitado, lo imposible. Todo puede ser posible como invención científica en la ciencia ficción.
En otra entrevista anterior a Lacan en diciembre 1974, dice: “Para mí la única ciencia verdadera, seria para seguir, es la ciencia ficción. La otra, aquella que es oficial, que tiene sus altares en los laboratorios, avanza a tientas y a locas y comienza a tener miedo de su sombra. Pareciera que a los científicos también les llegó el momento de angustia. En sus laboratorios asépticos revestidos de sus guardapolvos almidonados, esos viejos niños que juegan con cosas desconocidas, manipulando aparatos siempre más complicados e inventando”.

En el Seminario de la Ética (1959-60), Lacan comenta que psicoanálisis es la ciencia del deseo, y se pregunta si entra dentro del marco de las ciencias humanas a las que critica tanto, pues están al servicio de los bienes, “de los poderes más o menos inestables”. Hay una relación entre ciencia y ética, y critica que la ciencia se haya dejado agarrar por los poderes económicos, pues “están al pie del muro del odio”. Se está refiriendo entre otros a Oppenheimer, físico teórico, padre de la bomba atómica. Al parecer, Oppenheimer pensó en las palabras que están en el Bhagavad Gita: “ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Con posterioridad a las bombas de Hiroshima y Nagasaki, Oppenheimer participó en organismos para controlar y evitar la proliferación de armamento nuclear y frenar la carrera armamentística entre EEUU y la URSS. Esto enfadó a los políticos, que acabaron retirándole los pases de seguridad, y perdió el acceso a los documentos militares. Si bien hubo un sentimiento de culpabilidad en Oppenheimer, de poco valió.
Para Lacan, el secreto del problema del deseo yace justamente en su relación con la ética, y la civilización tendría que enfrentar ese problema, ya que, (…)” La ciencia es animada por algún misterioso deseo, pero ella, al igual que el inconsciente, tampoco sabe qué quiere decir ese deseo”.
La ciencia se sostiene en no querer saber nada de la verdad como causa, nos dice Lacan en La ciencia y la verdad (1965) Habla de Verwerfung. “La ciencia no tiene memoria. Olvida las peripecias de las que ha nacido cuando está constituida”, mientras que la verdad como causa es lo que plantea el psicoanálisis. El drama de las crisis en teoría física o matemática es el del sabio. “La verdad del sufrimiento neurótico es tener a la verdad como causa”. Y no lo es menos en la ciencia-ficción, ya que ahí se introduce algo del orden de una verdad en aquello que, de la narración, se enraíza en el Otro, en el inconsciente del autor.
El cosmólogo Lawrence M. Krauss, hablando de los agujeros negros como último enigma del universo, dice que “hacen volar la imaginación más allá de hasta donde hemos llegado. La naturaleza es más imaginativa que nosotros, y cada vez que la exploramos nos sorprendemos. La verdad es más extraña que la ficción, y el universo real supera cualquier escrito descabellado de ciencia ficción”. Es decir, que ni tan siquiera la ciencia-ficción puede alcanzar el Real, tan solo puede hacer ficción de lo que imagina de ello.
Escuchando a físicos, cosmólogos, vemos cómo hay una disyunción entre el saber acerca del agujero negro si se entrara en él, y la vida, estar vivo. Adentrarse en él como forma de acceder al saber de lo Real, implicaría la muerte. Así pues, hay que elegir entre o bien el acceso a ese saber → muerte, o bien la vida con una merma de saber, un límite. Solamente con la ciencia-ficción es imaginable entrar en él y salir, como en la película Interestellar.
Al centro del agujero negro se le llama singularidad. Es donde acaban el tiempo y el espacio, y, por ende, nuestro conocimiento del universo. También en psicoanálisis se habla de singularidad para referirse al núcleo real del síntoma. Núcleo de goce que da su identidad al sujeto.
El psicoanálisis no es una ciencia, sino una práctica, nos dice Lacan en una conferencia en el Instituto de tecnología de Massachusetts en diciembre 1975. Y define ahí lo Real como lo imposible. En otra conferencia en Yale en ese mismo diciembre de 1975, dice que “la ciencia es lo que se sostiene en su relación con lo Real gracias al uso de pequeñas letras”. La escritura del fantasma $ <>a, es “una tentativa para imitar a la ciencia”.
En esta conferencia hay un intercambio con el Dr. Blatt con el que Lacan está de acuerdo. Para Blatt, lo importante no es que el psicoanálisis se defina o no como ciencia. La cuestión es, poder especificar los dominios de cada discurso. Que sea o no una ciencia, depende de cómo se defina ésta. La diferencia es de discurso, pues en psicoanálisis, psicolingüística y en otros dominios, el hombre intenta reflexionar sobre sí mismo más que sobre un objeto exterior, y esto exige un conjunto de definiciones, y de medios de investigación.

Los guiones y los géneros, a propósito de la ciencia-ficción y los límites
Pilar Rodríguez Collell
Diciembre de 2020

Dejemos para el final las discusiones sobre la existencia o no de los géneros literarios y comencemos por una rayita, que se escribe pero no se lee, un puente, un enlace, que reúne en una palabra compuesta la ciencia y la ficción. ¿Pesa más una palabra que la otra?, ¿nos inclinamos por el platillo de la ciencia o por el platillo de la ficción? ¿Acaso los relatos de la ciencia-ficción sean los de un Jano bifronte mirando el mundo? ¿Es justo en el centro del fiel de la balanza que se resuelve su contradicción y hallamos su verdad medio dicha, el peso justo del hombre? ¿Será que ese pequeño signo escrito une, a la vez que separa, dos mundos puestos en diálogo, al modo que une y separa un cristal traslúcido un lado del otro de la plaza, y es ahí donde nos hallamos, en el centro de las dos caras del cristal, donde ocurre lo extraordinario de la ficción, de la buena ficción, la que no deja que el lector olvide jamás lo que tiene que ver con la parte más cruda y profunda de la realidad? Un lado de la cara mira hacía la realidad y la intenta explicar, a su modo, haciendo tabula rasa de todo saber; el otro mira hacia lo inconsciente que la impregna, y descubre ficciones. Así dirá Borges: “Al principio se creyó que Tlön era un mero caos, una irresponsable licencia de la imaginación; ahora se sabe que es un cosmos y las íntimas leyes que lo rigen han sido formuladas, siquiera en modo provisional”.
La verdad tiene estructura de ficción, dirá Lacan. En el conjunto de estos dos rostros, ¿no nos hallaremos en un relato dentro de un relato? Volvemos a Lacan: “Para mí, la única ciencia verdadera, seria para seguir, es la ciencia ficción”, la ciencia de la verdad es la ficción, la ciencia que dice la verdad de lo humano es la cienciaesficción. Seguimos en el relato y quizá sea ese uno de los límites de la “ciencia sola”, que sus números apenas leen un trozo de lo real, como apenas lo arañan las ficciones; y otro, si la cienciaesficción, ¿no deberá despojarse de su orgullosa inhumanidad y topar con los límites que la humanicen?
La historia de la ciencia ficción es larga y su deslinde como género no está exento de escollos, ¿acaso no hablan los dioses en la Odisea?, ¿o no contó Voltaire las andanzas por el planeta tierra del sirano Micromegas? Pero parece existir un cierto consenso en situar su origen en una noche de tormenta en la que Mary Shelley ganó la apuesta a tres atildados caballeros, y Frankenstein o el moderno Prometeo vio la luz gracias a los saberes sobre electricidad del doctor Frankenstein; y es ahí donde parece haber un acuerdo: lo que entendemos coloquialmente por ciencia ficción moderna surge cuando la ciencia y, su aplicación, la tecnología afectan u ordenan la vida, inciden en lo humano, y también, a decir, de Úrsula K. Le Guin albergan una metáfora.
La ciencia ficción te balancea en el acantilado, mientras que la fantasía te empuja, dirá Ray Bradbury, y así hacen los protagonistas de la novela que hoy tenemos el placer de presentar, que nos balancean en la frontera obscura, en límite de los imposibles o no del Universo y del hombre.

Con motivo de la concesión del Premio Minotauro 2020 a Sabino Cabeza, psicoanalista y escritor, el Foro Psicoanalítico de Madrid y el Foro Lacaniano de Valencia han organizado una mesa redonda vía zoom con el título Ciencia-ficción: límites de la ciencia. Participan: Sabino Cabeza, psicoanalista y autor de la novela de ciencia ficción Frontera oscura, merecedora del Premio Minotauro; Victoria Donat, bioqímica; Gerardo Mora, físico teórico, y Manuel Lara, físico teórico.

Coordinan: Pilar Rodríguez Collell, filóloga y máster en psicoanálisis, y M. Luisa de la Oliva, psicoanalista.
Viernes 15 de enero 2021, 19:30 h.
Los interesados, pueden enviar un mail para inscribirse al correo foropsicoanalitico@colegiodepsicoanalisisdemadrid.es. Días antes se enviará el enlace para la conexión.

Adjuntamos los dos primeros capítulos de Frontera oscura que esperamos susciten el deseo de continuar con su lectura. 44370_Frontera_oscura