PANTALLAZOS DE LA PERFORMANCE “LA PANTALLA” DE FERNANDO BAENA


PANTALLAZOS DE LA PERFORMANCE “LA PANTALLA” DE FERNANDO BAENA
M. Luisa de la Oliva
Una sala dividida por una pantalla que está rasgada en su centro. O también puede decirse que
son dos. No hay derecho ni envés. Sencilla representación de la división del sujeto y de la función
de la pantalla del fantasma. Cortina rasgada que también evoca la “rasgadura” de la mujer en
su cuerpo y en su división del goce como nos dice Lacan, y a la vez lo rasgado de la sexualidad.
El artista consigue que podamos pasar al otro plano la hendidura de la pantalla. El psicoanalista
trata de que el analizante pueda ver el otro lado del fantasma, y con ello, atisbar lo que obtura
la falta.
Sobre la superficie se proyecta un vídeo de Fernando Baena que es una re-creación del cuadro
El sueño, de Courbet. Vemos varios planos que se superponen, donde se plasma la imposible
separación entre arte, política, y compromiso social.


El sueño, de Gustave Courbet (1866)

Veamos los diferentes planos:
Al fondo vemos varios grabados del París de la Comuna (marzo-mayo 1871) en la que
Courbet participó, siendo encargado de administrar los museos. Se le acusó de la
destrucción de la columna de Vendôme, también llamada columna de Austerlitz, erigida
durante el mandato de Napoleón Bonaparte para celebrar su victoria en la batalla del
mismo nombre en 1805, una de sus mayores victorias. Él mismo está coronando dicha
columna ataviado como general romano en su delirio megalomaníaco de conquista.
Hacer caer la columna es una metáfora de una revolución que fue efímera, pues
solamente duró dos meses, como efímera puede ser una performance, si bien ambas
dejan una marca que no se puede borrar en la subjetividad. A eso apunta.

Un primer plano donde hay una escena erótica de una pareja en una cama. ¿Son dos
mujeres como en el cuadro de El sueño? ¿De qué cuerpos e identidades se trata? La
pregunta es pertinente dado que uno de los cuerpos no responde a lo que en el discurso
habitual se asocia a un cuerpo femenino, pues en la superficie, o plano de ese cuerpo,
se ve cómo el vello abundante lo cubre, y recuerda al autorretrato de Courbet: El
desesperado
, y también al efebo de Caravaggio en su Niño con cesto de frutas. Un
cuerpo ¿trans?
A la derecha vemos un plano donde hay un jarrón con flores, y que en la realidad está
en El sueño de Courbet. Dicho cuadro presenta la escena de dos mujeres durmiendo,
después del sexo seguramente. Sobre el lecho, peineta y pendientes. A ambos lados de
la cama, hay una mesa con una botella de licor, otra botella y una copa. Junto a ella, un
collar de perlas, símbolo de la feminidad y de lo misterioso por antonomasia. Al otro
lado, un florero con flores, muy bello. Unas hojas caen. No se aprecia bien lo que está
dibujado en el jarrón. A un lado la belleza: placer estético. Al otro lado, el placer del
cuerpo. Unas flores a modo de mirada de la escena. ¿Qué miran?
Al fondo del cuadro, se atisba algo, quizás el pliegue de una colcha, o de una cortina.

Fotograma de La pantalla, de Fernando Baena

A propósito de los diferentes planos del video que se proyectan en la pantalla, si bien al fondo
está la columna Vandôme, falo erecto que representa el máximo poder político imperial sobre
el cual se levantó una revolución en París, y que le costó la cárcel a Courbet y ser condenado a
pagar los gastos de reparación de la misma -motivo por el cual tuvo que exiliarse a Suiza-, en la
escena de delante tenemos , el florero con las flores, y los asistentes a la performance vemos la
representación de la revolución por la que una parte del feminismo apuesta. Esto es, la de unos
cuerpos entrelazados que hacen objeción a lo que se entiende por dominancia del “binarismo
de los sexos”. Cuerpos ¿revolucionarios? que también harían caer una columna, en este caso la
columna del falicismo y de las identidades forjadas por un discurso “patriarcal”, la
heteronormatividad.
Pero lo predominante, lo que está en primer plano y que podríamos nombrar como real, son
los pliegues de los cuerpos, espirales de los cuerpos, movimientos ondulantes de los cuerpos.
Distancia mínima para rozarse sin tocarse. Abrazos de brazos, abrazos de piernas, abrazos de
pechos, abrazos que se buscan para que no haya un vacío, pero a la vez, en cada vuelta, hay algo
que parece no alcanzarse.
La performance se acompaña de una música disarmónica, por momentos estridente. Es
enigmática, extraña, ajena, imposible de identificar, casi diríamos que es una música que emana
de lo que está aconteciendo a esos cuerpos, y que chirría, y consuena con la abertura, apertura,
rasgadura de la pantalla, esto es, la imposible unión de los cuerpos.
Lentamente, se acerca a la escena principal una especie de sombra negra cubierta con capas de
telas espesas, que hace mancha, agujero, sobre lo que parecía visible en la pantalla. Ahora lo
representado sale de la proyección en la pantalla, y se refleja en el velo que cubre a eso que se
desplaza, con una belleza impactante. Suerte de sueño que toma cuerpo, que se hace cuerpo.
Se dirige hacia la abertura de la pantalla y la atraviesa. En cada atravesamiento se despoja de
una capa que a su vez cubre uno de nuestros cuerpos llevándonos de la mano al otro lado de la
pantalla, y con ello recordarnos lo imposible de la desnudez si no es con esa veladura, o, dicho
de otra manera, es una veladura que hace posible que podamos estar desnudos. Rememoración
de la ceremonia del desvelamiento del falo en los misterios de Eleusis que podemos contemplar
en la villa de los misterios de Pompeya.
Giorgio Agamben junto a Mónica Ferrando publicó un libro que se titula La muchacha indecible,
y que trata sobre los misterios de Eleusis en la Grecia antigua. El misterio eleusino tenía un
carácter iniciático, y consistía en acciones que mostraban diferentes asuntos bajo la forma de
rituales dirigidos por un sacerdote o hierofante, y donde se entonaban cantos sagrados y
fórmulas que escenificaban diferentes dramas. Los tres últimos días representaban primero, la
historia sagrada del secuestro de Kore (representación de Perséfone), la errancia de su madre
Deméter y el reencuentro de ambas. El siguiente día, el matrimonio sagrado de Zeus y Deméter
y el nacimiento del niño sagrado, y el último, la muerte y resurrección de Dioniso.

Placa votiva de terracota dedicada por Ninion a las dos grandes diosas de Eleusis. Museo arqueológico nacional de Atenas

Kore es la muchacha indecible. Es una tercera figura diferente a la hija y la madre, y a la virgen
y mujer. Figura que cuestiona todo lo que se cree saber sobre la feminidad, pero también del
hombre y la mujer. El término Kore no se refiere a una edad precisa. En masculino, Koros,
significa fuerza vital. Dice Agamben “Kore es la vida porque no se deja decir, porque no se deja
definir ni por la edad, ni por la identidad sexual, ni por las máscaras familiares ni sociales”
.
Comenta Agamben, que el conocimiento adquirido en Eleusis podía ser expresado a través de
los nombres, pero no a través de proposiciones. Así, por ejemplo, la muchacha indecible podía
ser nominada pero no dicha. 1
Uno de los momentos de los misterios eleusianos era el

    desvelamiento del falo

. El falo era uno
de los atributos de Dioniso-, por ejemplo, en las fiestas campesinas se llevaba en procesión un
falo gigante de madera. Se sentía un placer al tocar esos objetos sagrados y en celebrar ritos. En
estos rituales, la sacerdotisa imponía por detrás de la iniciada una criba mística donde estaba
oculto un falo bajo un lienzo, de manera que la iniciada no podía ver nada, porque la imposición
se hacía por detrás. Cuando se producía la develación, lo que surgía en esa operación, era el
demonio del aidos, el pudor.
En torno a los misterios eleusianos, había una obligación entre los iniciados de guardar secreto.
No debían poner en palabras, lo que habían visto y padecido en aquella experiencia que no era
de conocimiento, no era nada discursivo. Según Clemente de Alejandría, se trataba de una
experiencia alegre del enmudecer.No era posible divulgar el misterio, porque no había
propiamente nada que divulgar
. Se trataba de “Una posibilidad, abierta al hombre, de la
muchacha indecible, de una existencia alegre e intransigentemente in-fantil”
.
Por eso es importante subrayar en estos misterios, el carácter de lo indecible

    • , y de

lo que no se puede ver,

y cómo justamente en torno a eso se organizaba el ritual.
Lacan parte de ahí, de estos rituales eleusianos cuando habla del falo como semblante, y como
punto pivote de todo aquello que pueda ordenarse desde el discurso en relación al goce sexual.
El falo viene a ser la barra, que, por efecto de la mano del demonio del pudor, cae sobre el
significado.
Tenemos que agradecer infinitamente al artista Fernando Baena, y la representación de
Marianela León, que nos haya permitido participar en una experiencia de ritual muy antiguo,
donde lejos de desvelar el misterio de la sexualidad, lo que se nos presenta es lo imposible de
desvelar, decir, ver. Esa sombra-falo, que en ningún momento queda al descubierto. Experiencia
ética, artística, y clínica que nos acerca a eso que desde la teoría psicoanalítica a veces es tan
difícil de atrapar.
Mi agradecimiento personal al habérseme permitido ser “velada”, y pasar al otro lado de la oantalla.

Mª Luisa de la Oliva
Pantalla, Fernando Baena