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Carta para la Causa Freudiana, 23 de octubre de 1980
Hay reprimido. Siempre. Es irreductible.
Elaborar el inconsciente, como se hace en el análisis, no es nada más que producir su agujero. Freud mismo, lo recuerdo, lo indica.
Esto me parece confluir de un modo pertinente con la muerte.
Con la muerte que yo identifico por el hecho de que, «como el sol», así dicen, no se la puede mirar de frente.
Por eso, lo mismo que cualquiera, no la miro. Hago lo que tengo que hacer, que es hacer frente al hecho, desbrozado por Freud, del inconsciente.
Ahí dentro, estoy solo.
Luego, está el grupo. Entiendo que «La Causa» aguanta.
- El cartel funciona. Basta con no ponerle obstáculos, salvo el vectorializarlo, cuya fórmula doy, y permutar.
- Un Directorio administra. Sus responsables, en el puesto por dos años después de lo cual, cambian.
- Los asisten comisiones, por dos años también.
- Una Asamblea anual, llamada administrativa, se informará de la marcha de las cosas; instancia, ella, permanente.
- Cada dos años, un Congreso, al que todos están invitados.
- Un Consejo, por último, llamado estatutario, es garante de lo que instituye.
La Causa tendrá su Escuela. De donde procederá el AME, ahora de la Causa freudiana.
El pase producirá el AE nuevo —siempre nuevo por serlo durante el tiempo de dar testimonio en la Escuela, o sea tres años.
Pues más vale que pase, este AE, antes que ir derechito a encastrarse en la casta.