VIII Ciclo de poesía y psicoanálisis

Fecha Resumen
21Feb2025 20:00 – 21:30 Diálogo de la poeta María Negroni con la psicoanalista Conchi Olmedo.
09May2025 20:00 – 21:30 Diálogo de la poeta Rosana Acquaroni con el psicoanalista Gabriel Hernández.
13Jun2025 20:00 – 21:30 Diálogo de la poeta Miriam Reyes con el psicoanalista David Gonzalo Jalom.

Si lo desea, puede acceder a los audios de las intervenciones.

Hablamos para nada, con palabras que caen
y son viejas ya hoy.
Porque de tanto leer y dar vueltas a la llave del
lenguaje, comprendí
que no sabía hablar, que estaba mudo y muerto para el mundo por la
maldición de las palabras.

Leopoldo María Panero

Introducción, por Antonio Heredia

Las palabras encierran una maldición. Por muchos giros que queramos dar a la llave del lenguaje, nunca nos abrirán el arcano de la palabra última, ese significante de un Otro sin barrar, que vendría a dirimir, a explicar, el porqué de la existencia del sujeto, a vaciar de goce y disipar el núcleo irreductible de su síntoma.

Hay algo de locura en esa búsqueda incesante de sentido, bien los saben analistas y poetas.

Ahora bien, ¿hablamos para nada? Con Lacan, sabemos que no. Cuando hablamos, algo se satisface. El ser hablante hablando goza.

En el poema las palabras, en su mot-érialité, atraviesan el umbral del código común y pueden tener efectos de alumbramiento —apenas un relámpago, resonancias de un decir— sobre lo real, sobre lo indecible, sin garantías.

En las vueltas y vueltas de un análisis, en sus idas y venidas, en su decir no-todo, algo se va decantando, bordeando. Un bien decir sobre lo que se satisface. Una cierta verdad cesa de no inscribirse, en acto, en torno a un imposible traumático, el de cada parlêtre. El misterio del cuerpo hablante.

Esto no es un paisaje, por Alberto Cubero

Paisaje nevado con nubes que fingen senderos entradas salidas dobleces imagen que entra por el ojo ubicado tras la nuca y por el oído y por entre manos colmadas de estupor que se aferran a qué en el centro del paisaje pendulea exacta y brutalmente un susurro y desfallece la raíz de lo que no es visible como un destello que se negara a sí mismo es decir como si lo que arrastra la mirada lastrara a la mirada y así también sucede con el lenguaje porque se puede describir el paisaje preguntamos en absoluto claro no puede ser de otra manera en cada palabra queda un hueco insondable imponderable inidentificable quizás pues estemos hablando de aquello que dignifica la aleatoriedad la levedad y en cierto modo la ruina como no-pilares del mundo no hallarme en lo que digo para poder decir dice ella mientras contempla lo que otros no ven y el frío se hace más frío y el frío se hace más cálido y allá al fondo aparece Kiefer con pincel en mano y dibuja un río en nuestro imaginario un río que fluye habla acoge y cómo no refleja y cómo no refracta lo incorporamos al paisaje le narramos acontecimientos que puede que sí que puede que no una mujer espera a la orilla del río para decir lo que no sabe habla de nuevo ella que es a la vez la misma y otra se mesa los cabellos trata de comprender su multiplicidad ciertamente no resulta fácil asumir que una es una y otras tantas la persona otra ni dice ni oculta hace señales que no sé interpretar quién de ellas habla ahora acaso todas al unísono y quizás solo quizás nos salve a veces no poder interpretar porque interpretar es como una pequeña verdad que hacemos nuestra y acunamos y acunamos y quién sabe quién sabe porque aquel que busca la verdad merece el castigo de encontrarla dijo el pintor que ni mucho menos es Kiefer o igual sí igual que ella es otra ella y la de más allá anda que en fin una nueva pincelada y comienza a nevar y el frío es cada vez más intemperie y cada copo se comporta como si en el centro del afuera hubiera un adentro y cosas así y continúa el ejercicio de contemplar y sienten sentimos la calidez de cada copo y que nada se ha perdido, excepto las palabras que no supe decir un dos tres un dos tres vos contra un paisaje cada vez en su temblor porque en cada cosa hay un estremecimiento no es que no cante la piedra es que no paramos a escuchar no es que no vibre la lluvia es que no hacemos más que abrir paraguas hay gestos en la desembocadura de la luz y en los corpúsculos que de ella se alimentan gestos en la sien de la rosa y en los pétalos de las ortigas y hay pináculos que se alzan tras caer la noche faros en un mar ignoto un gesto pasa desapercibido la oportunidad se pierde como se pierden los jirones de piel cincelados en el reverso de otras pieles porque al fin y al cabo me amarás cuando esté muerto que escribió un tal Leopoldo María Panero.

María Negroni y Conchi Olmedo

Siguiendo un fuego

ahora
si puede decirse ahora
para esto

que siempre está pasando y vino
y encenderá la luz
	detrás de cuál imagen

vos
contra un paisaje
cada vez en su temblor

	eternamente mi ciudad
	que todavía no se supo

y sin embargo estoy cantando
a ese camino que me abrís

encandilada
como una oscuridad
	en otra oscuridad

Del poemario Cantar la nada, ed. Bajo la luna 2011, María Negroni

Una selva
amniótica donde
morir
se acuna.
Poco más ocurre
en los días futuros
:
la amada
insuficiencia
acopia heridas,
alimenta el juego
de la realidad.
Después amanece
en la isla verbal
:
boda,
ausencia,
mundo y página
sin deletrear.
El dios del parto
en tales modos
del frío.

Del poemario Exilium, ed. Vaso Roto 2016, María Negroni

IV
(canon inversus)
una mujer espera
a la orilla del río
para decir 	lo que no sabe
y el río la ve y no la ve
y ella
en su desnuda inexperiencia
a punto de llegar a lo que busca
eso
	que tal vez podría decir
pero no sabe
querer

canta

canta como dormirse
en el regazo del agua
	que la escribe
como llamando
al río de su cuerpo
que calla de deseo
en la indecisa noche
	que lo inspira
	
y así
en la medida de las cosas
espera
	lo que ansiaría
	preferir
	
un líquido temblor
una música incumplida
	para saber qué dice
cuando dice
no saber

otoño en la ribera
abiertamente noche

no hay
más historia que ésta

una mujer que invade
la página nerviosa del deseo
como una muerte atenta
	a lo que vive
dentro de ella

esa impaciencia
por ser lo que sería
si el corazón hablara
tranquilo en su orfandad

y el río la ve
	y después no la ve
	
y ella
que ignora lo que supo
	sin por qué
la inverosímil casa
de las cosas

canta
está cantando ahora
	como emprender un vuelo
hacia sí misma

y el río se va
se va la pena escrita
	llevándose su imagen
a las tierras del mar
donde ella todavía
no nació
	y es ya una desinencia

Del poemario Arte y Fuga, ed. Pre-textos 2010, María Negroni

Rosana Acquaroni y Gabriel Hernández

Vi la cierva que el bosque
eligió para mí como encendida
quietud tras el ramaje.

No me atreví a moverme.

Mi corazón cosía sus pedazos
de piel entre las hojas.

Solo un perfil mostraba.
Era un ojo que mira
como un hueso de níspero
flotando en el estanque.

Me habló mientras la nieve
se cubría de pájaros:

—Hay que vivirlo todo—.

Y en su hocico de musgo
temblaba un avispero.

Después,
suspendido ya el tiempo
atrapada en el ámbar del instante
levantó la cabeza
	—su tronco moteado,
sus cuatro extremidades—.
Desde entonces
	me digo la verdad.

Cada mañana vuelvo
a la senda vacante
por ver si ella me aguarda.

En las horas de insomnio
siento su lengua que me arde
como un alga en la cara.

Ya me vence el cansancio.

Pero si ella regresa,
si la cierva viniera de nuevo a mis oídos
yo les pondría fin
	a estas palabras.

Del poemario 18 ciervas, ed. Bartleby 2023, Rosana Acquaroni

			LLEVO ALOJADA EN EL CORAZÓN
				una bala de plata.
				La misma que mi madre
				no supo disparar.
						**
LA LOCURA PRESIENTE LA VERDAD DE LAS COSAS
la certeza del hueco.

Es la piedra que rompe la calma del estanque. La mendiga que avanza
y nos envuelve el corazón con su madeja.

La locura es un ojo que estorba la mirada. Deshilacha la voz
que sigue atrincherada en el vacío.

La locura es instante
					resonancia
							o camino de vuelta.
							
No hallarme en lo que digo para poder decir.

(Acaso esa es su magia,
su tiniebla).

Del poemario La casa grande, ed. Bartleby 2018, Rosana Acquaroni

Miriam Reyes y Gonzalo Jalom

umbral o carne
párpado o ala
interrogación o fruto

¿qué es lo que abres
cuando me abres?

	**
	
alguien quiere más o quiere menos de algo
el moho de la insatisfacción aflora

	**
	
la persona otra ni dice ni oculta
hace señales que no sé interpretar

un gesto pasa desapercibido
la oportunidad se pierde

	**
	
se esparce y se recoge
se forma y se disuelve
avanza y retrocede
confluye y abandona

no encuentra en mí su remedio

	**
	
somatiza el amor en forma de llagas
me llama nombres:
andrajodiscurso 	residuo
la valoración de los daños
no es objetiva

	**
	
parece que está sentada a mi lado en el sofá
pero en realidad está sentada en mi cabeza
donde tengo un sofá casi idéntico a este
y una persona casi idéntica a la persona que le atribuí

Del poemario Con, ed. La bella Varsovia 2024, Miriam Reyes

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