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V ciclo de Poesía y Psicoanálisis
Fecha | Resumen |
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18Mar2022 | 20:00 – 22:00 Esther Peñas y Antonio Heredia |
22Abr2022 | 20:00 – 22:00 Noni Benegas y Pilar Rodríguez Collell |
03Jun2022 | 20:00 – 22:00 Viktor Gómez y Rebeca García |
Si lo desea, puede acceder a los audios de las intervenciones.
Presentación, por Pilar Rodríguez Collell
Madrid, marzo de 2022, comenzamos este V de ciclo de Poesía y Psicoanálisis cuando se cumplen dos años del inicio de la pandemia y nos sentimos aturdidos por el inicio de la guerra en Ucrania; difícil no recordar el final de La peste:
Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa.
«La muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás». Hay algo que nos resuena al puro azar del encuentro con lo real, la buena o la mala hora del sujeto, de cada sujeto, uno por uno. Pero también hay un real traumático inscrito en el corazón de la humanidad. Lo que se repite incesantemente, ya que no cesa de no inscribirse porque no hay una palabra que diga el ser: lo real son el sexo y la muerte o más bien lo real es que no hay relación sexual y no hay inscripción de la muerte en el inconsciente. Los peajes de la palabra para el hombre, el pago por habitar su casa. «No preguntarme nada. He visto que las cosas cuando buscan su curso encuentran su vacío», dirá García Lorca, poeta en Nueva York.
En Crítica y verdad, Roland Barthes escribe: «El sujeto no es una plenitud individual que tenemos o no el derecho de evacuar en el lenguaje (según el género de literatura que se elija), sino por el contrario un vacío en torno el cual el escritor teje una palabra infinitamente transformada, inserta en una cadena de transformación, de suerte que toda escritura que no miente designa no los atributos interiores de cada sujeto, sino su ausencia».
Y sin embargo, el poema se escribe para medio decir de ese vacío, como en un entrever lo muestra. Nos trae un jirón de palabra de ese lado indecible, al tiempo que da cuenta de lo inexplicable, de la imposibilidad de la palabra, de lo simbólico, para con lo real. Toda la retórica en su ir a contrapelo del lenguaje como código desvela la insuficiencia, la ingenuidad, el desgaste de la representación lingüística; un índice del hiato entre el lenguaje, y el mundo. De ahí sus figuras y tropos. Retorsiones, amagos, contradicciones, imposibles, goces sonoros, repeticiones.
Pero también la palabra trae con su enunciación los goces primeros con los que ligó al recién nacido al mundo de la vida. Una cierta música cuando la palabra aún nada significa, pero toca el real del cuerpo, le hace signos, puntúa momentos. Sonoridad fuera de sentido, pero tiempo y ritmo, cifras, letras sueltas o canturreos: lalangue, neologismo francés acuñado por Lacan a partir de un lapsus. Matriz primera de la lengua, distinta para cada uno, pero hummus en el que se anudará el lenguaje, el sujeto y su historia personal.
La poesía parece estar en esa tierra fronteriza, entre lalangue y la lengua, donde el sentido y la sintaxis se extrañan, la palabra y el sonido se entrelazan para decir otra cosa, la que dicen las criaturas: «Un no sé qué que quedan balbuciendo».
El filo de la mirada, por Alberto Cubero
«No sé lo que soy, no soy lo que sé». Aserto de Angelus Silesius que resulta aplicable a la pregunta acerca del sujeto, al menos a ese sujeto bajo la mirada poética o bajo la mirada psicoanalítica. El pensamiento de Silesius parece evocar aquel otro de Lacan, «pienso donde no soy, luego soy donde no pienso», con el que refuta el cogito ergo sum cartesiano y pone en primer plano el ello freudiano. Llegados aquí, resulta pertinente preguntarse por el lugar desde donde el poeta crea. Su posicionamiento ante el trabajo con el lenguaje. Indudablemente, tiene una serie de conocimientos previos al momento de la escritura, como los tiene el psicoanalista antes de escuchar el discurso del analizante. Hasta qué punto han de volver la mirada poeta y psicoanalista, en su quehacer, hacia ese conocimiento, constituye un interesante espacio de indagación. Difícilmente captaremos el trasluz del lenguaje, lo que el significante pueda arrastrar del orden de lo real (retomando a Lacan: lo real sólo puede emerger bajo ciertas formas de la poesía) si nos aferramos a un antecedente sistematizador y, por ende, no nos dejamos fluir con la intensidad y singularidad que atesora el momento de la revelación y de la escucha.
La mirada, su filo incandescente. Girarse hacia el titilar del conocimiento o hacia la noche, lo oscuro, lo indescifrable del ahí-y-ahora. En El espacio literario, Maurice Blanchot escribe, refiriéndose al mito de Orfeo y Eurídice:
El mito griego dice: no se puede hacer obra si se busca la experiencia desmesurada de la profundidad por sí misma, experiencia que los griegos reconocen necesaria a la obra, experiencia en la que la obra se somete a la prueba de su desmesura. La profundidad no se entrega de frente, sólo se revela disimulándose en la obra. Respuesta capital, inexorable. Pero el mito también muestra que el destino de Orfeo es no someterse a esta ley última; y, de modo evidente, al volverse hacia Eurídice, Orfeo arruina la obra, la obra se deshace inmediatamente y Eurídice vuelve a la sombra; la esencia de la noche, bajo su mirada, se revela como lo inesencial. Así traiciona a la obra, a Eurídice y a la noche.
Si el poeta se ubica frente a la luz que sea para buscar su centro, ya que el centro de la luz es sombra (Deleuze). Una suerte de rodeo ante lo que nos deslumbra, pero no convence. Merodear la doblez de lo evidente. En cualquier caso, la luz como primer animal visible de lo invisible, que diría Lezama Lima.
Esther Peñas y Antonio Heredia
el temple de la cítara Se domestican las tormentas como se gobierna el reino de los despojos, con diástole que recoge la respiración de los mansos y el círculo de los juglares. Se doman los ciclones con el inviolable temple de la cítara y el afinar de los espigadores a la sombra, que descansan y echan tragos de hinojo, bocados de plegarias sueltas mientras labran la tierra con el yugo de la estirpe. Se amansan terremotos con los cánticos románicos que se escuchan en Tristán de Acuña, cercada de acantilados y envuelta de lo inhóspito, allí donde un solo hombre escribe cartas. Incorregibles en la ternura, se apacigua a las bestias con los besos del acantilado embarazados de noche, abrazándolas en lo desnudo de sus cuerpos. Para sosegar bárbaros se solicitan diccionarios en blanco y algunos pinceles, piezas de lino para cubrir el murmullo de sus vientres, flor de orégano, pan de centeno, laurel seco, y la canción que libere el misterio. Que los dementes del mundo recorran la grieta para ver el otro lado Se tararea una melodía como quien repasa con la lengua el arco de los labios: atentísimamente. La melodía transcurre de un cuarto al delirio del arpa que se desnuda. Suenan las campanas y cae la gota de leche en el compás exacto de la hoguera. Una escribe te quiero; otra recoge el bronce que repica. La dama encuentra la réplica de la cuna. sílaba de auxilio El corazón en una lámina, como una placa de ternezas en falta, como un pedacito fino de músculo en rebajas, sostenido por arterias en sombras chinescas un día antiguo de los que toca morir. El corazón hecho lonchas de embutido para que arda en noche ajena; el corazón fileteado sin guarnición posible, sin ingesta, sin digestión alguna, late despacio por no tropezar para siempre. No puede, sin tinta, seguir mirando la espuma. Con los cables de lo que no es palabra, era (es, se me escapa el tiempo) un corazón inconsciente de sí mismo. Por eso perdía el paso en hora, latido en quiebro. Ese músculo hecho rodajas de préstamos sin recomposición posible, sin ser amo de sí, todavía, con fe dócil, se convoca en la espera. Porque no levanta la sílaba del auxilio, le fue entregada la lluvia. Ahora sé que hace frío: el corazón tose.Inéditos, Esther Peñas
Noni Benegas y Pilar Rodríguez Collell
Decir cosas que vienen a la mente al hilo de, pero estar hablando de otras por debajo. (Enhebrar una aguja de ojo largo en donde entran como en un mantel objetos desperdigados en cierto orden). Así, de frase en frase, haber dicho por ímpetu lo imposible de trasmitir en frío. El zarpazo, la zarpa más que el morro peludo que se acerca y me huele —que me des la mano, que me la des— eso mata, desgarra arranca cosas de piel irreparables. Oso hormiguero, oso de estancia sueltos los osos y oseznos ella los maneja, convive… Yo temo, terror, son salvajes, estar de pie y rebotar, doble y triple altura del salto para escapar del zarpazo. ¡Óyeme! los osos sueltos de mis adentros. No se trata de la destreza de leer un texto en diagonal o el artículo sesudo —erratas, bastó saltarlas— para entender, ni basta con que la noche esté repleta. Hablo de cierto goce, equilibrio que se instaló con tu regreso… duplicaste algo que no acierto a tocar, vino contigo como de otra orilla.Falla la noche, ed. Bartleby 2022, Noni Benegas
Víktor Gómez y Rebeca García
por la precisión supe que el tiro vino de adentroHuérfanos aún, ed. Baile del Sol 2010, Viktor Gómez
Aprieto el puño, abro la mano, espolvoreo luz. Abro la mano, cierro el puño y amaso sombra.Pobreza, ed. Calambur 2013, Viktor Gómez
desnucada la luz :en sus ojos ladran las pequeñas flores de un campo de exterminio.sobrante,, ed. La Garúa 2019, Viktor Gómez
Lo que la niña sabe, no sabe aún que lo sabe. Lo que será, germina, aún no lo sabe y esa genuidad resuelta en ingenio es la reniñez, el ser que aspira a lograrse: un cuerpo; silenciarlo también es mentir.Viktor Gómez
Comisión de organización
- Evaristo Bellotti
- Gloria Fernández de Loaysa
- Sol García
- M.ª Luisa de la Oliva
- Félix Recio
- Pilar Rodríguez Collell
- Carmelo Sierra
Si lo desea, puede acceder a los audios de las intervenciones.